Vivimos en una sociedad basada en la producción-consumición. Se premia al productivo, al eficaz, al eficiente. Es una visión totalmente respetable, pues seguramente muchos avances que se han producido en nuestra sociedad no se hubieran podido alcanzar sin esta mentalidad. Por otra parte, es una visión fría y de un contacto muy pobre hacia la persona. Se valora a la persona por lo que hace. Se olvida lo que la persona es.
Es común encontrarse con personas que necesitan hacer para sentirse bien. Son las personas que no pueden estar sin hacer nada, que no pueden estar consigo mismas, y que en cuanto no tienen nada que hacer, o lo que han hecho no les ha salido como esperaban, sienten una gran sensación de vacío y culpa. Igualmente, este tema está muy ligado con las apariencias: uno puede valorarse por lo que los otros piensan y esperan de él. En cualquiera de estos casos, la persona se está valorando por lo que hace y por lo que “debe hacer”.
Este “deber de hacer” está marcado por un sentido exagerado de autoexigencia. En casos así, la autoexigencia (una característica positiva y necesaria) se sobrevalora tanto que acaba siendo perjudicial para la persona. La sobre-exigencia se forma a partir de interiorizar unos ideales tan elevados que presionan y vuelven rígida a la persona. La persona que se encuentra en esta dinámica seguramente no tenga una buena autoestima, pues esta no está bien arraigada, no está bien fundamentada, y se tambalea según el que la persona consigue o no consigue.
Por otro lado, valorarse por lo que se es significa hacerlo por motivos interiores, independientemente de aspectos externos. Es decir, independientemente de que se fracase o se tenga éxito, de lo que digan los demás, etc. Sería como tener claro que uno mismo es valioso (ya que es único e irrepetible), y que se tenga éxito o se fracase solo es el camino que uno sigue para crecer y desarrollarse al máximo de sus capacidades. Con su autoexigencia, con sus objetivos, pero siendo consciente de que las acciones externas a la persona no hacen que esta sea más o menos valiosa. Con la flexibilidad necesaria para aceptar que algunas veces las cosas saldrán bien y otras mal.
Cuando se habla de autoestima, se tiene una idea vaga del que realmente significa. Esta debería estar fundamentada por lo que la persona es, sin necesidad de que esta haga nada, sino por el simple echo de existir, de tener una individualidad que la hace única y completamente admirable, con todas sus fortalezas y debilidades. Una autoestima basada en la aceptación y en el aprecio hacia uno mismo.
Es común encontrarse con gente que dice tener una muy buena autoestima y, al profundizar, ver que esta autoestima viene condicionada por unos logros y no por lo que se es. Sin embargo, la persona no es consciente de ello, pues toda una vida con el mismo funcionamiento no invita a plantearse si realmente uno se está tratando a sií mismo como es debido. Si uno no es más que sus actos. Pero de lo que sí se es consciente es de la sensación de vacío que produce la exigencia de "tener que hacer para valorarse", pues es un bucle que nunca acaba. Al valorarse por lo que se hace, uno necesitará hacer constantemente, y ni que consiga el objetivo que se había logrado, su autoestima estará pendiente del próximo logro para saber si es “valiosa” o “no valiosa”. Se busca en el exterior lo que se debe encontrar en el interior. Grave y común error en el ser humano.
¿Serías capaz de parar un momento de hacer las mil cosas que estás haciendo y de estar en contacto contigo mismo? ¿De preguntarte si te estás dando el valor que realmente tienes? Replantearse toda una vida con un mismo funcionamiento no es nada fácil. Seguramente no sea lo cómodo, pero en Do-Ceo Training estamos seguros de que es una gran oportunidad para crecer personalmente.
Cada persona es un mundo, un universo, con infinidad de posibilidades y características completamente únicas, y con todas las respuestas a lo que uno realmente necesita. Por eso, en Do-Ceo Training utilizamos el coaching humanista de esencia no directiva, que tiene como característica principal la no transferencia de conocimiento o juicio a los coachees, lo que otorga un protagonismo total a estos. Y qué menos podríamos hacer si al final las respuestas se encuentran en el interior de cada uno y no el exterior.
Su visión se aclarará solamente cuando usted puede mirar en su propio corazón. Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta.
Carl Gustav Jung
Pocas veces pensamos en lo que tenemos; pero siempre en lo que nos falta.
Arthur Schopenhauer
Cuanto mejor te sientes sobre ti mismo, menos necesitas enseñarlo.
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