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Los objetivos en el proceso de coaching no directivo

Gorka Bartolomé • 10 de enero de 2019

 

En mis años como coach, mentor y formador de coaches hay un elemento que se mantiene como el caballo de batalla y a la vez Santo Grial de la práctica: las dificultades que se generan en lo relacionado con el diseño e implementación de los objetivos durante el proceso de coaching y las sesiones.

 

En este caso las dificultades más comunes son dos:

 

  1. Saber definir con claridad los diferentes niveles de objetivos que existen, y a su vez ser capaces de ayudar al cliente a formular de la forma más prístina posible los diferentes niveles de objetivos que integran estos.
  2. Que el coach no acabe definiendo los objetivos del coachee o formulándolos por él (este segundo caso sería consecuencia de una incorrecta aplicación del primer apartado).

 


Teniendo en cuenta que el coaching tiene una aproximación principalmente teleológica a las situaciones, esta competencia se nos presenta como una de las más retadoras e importantes dentro de la práctica de este. Básicamente porque si no somos capaces de desarrollar un buen mapa de proceso y además de redefinir con claridad absoluta en cada sesión cuál es el tema concreto que quiere abordar el cliente y los resultados que quiere de este, suele resultar en sesiones de coaching poco efectivas y difusas. Y por efecto sumatorio nos llevará a un proceso de coaching que seguramente no generará todos lo beneficios que debería al cliente.

 

Para aquellos que estén familiarizados con las 11 Competencias Clave de la ICF, aquí estaríamos hablando de la competencia 2, 8, 10 y 11. Entendemos que el coach es consciente de la necesidad de estar ejecutando a su vez la competencia 4, 5, 6 que, sin estar directamente relacionadas con el tema que tratamos, son imprescindiblemente instrumentales para la ejecución de las 4 mencionadas.

 

Para poder realizar un buen inicio, continuación y final de proceso, es imprescindible la realización de una sesión exploratoria con nuestro cliente. La finalidad de esta sesión es ayudar a que el coachee pueda definir por sí mismo un mapa que muestre con la mayor claridad posible qué es lo que quiere conseguir durante el tiempo que trabajará con nosotros. En esta etapa podemos definir dos niveles de objetivos:

 

Nivel 1. Objetivo(s) de proceso

 

Nivel 2. Objetivos intermedios

 

El nivel 1 u Objetivo(s) de proceso sería la razón principal por la cual el coachee quiere adentrarse en un proceso de coaching. Es un objetivo en este caso de grandes magnitudes y ambicioso. Un objetivo que requerirá de tiempo para poder ser completado y además necesitará del desarrollo de ciertos aprendizajes y la consecución de diversos resultados (nivel 2 u Objetivos intermedios) para poder conseguirlo. Este objetivo de proceso sería la relación principal que podríamos establecer entre los diferentes objetivos intermedios.

 

Por ejemplo:

 

O.P.

Convertirme en un líder carismático

 


O.I O.I O.I

Desarrollar una actitud impecable

Definir e implementar mi visión

Aprender a delegar y desarrollar colaboradores

 


 

Entendemos que a cada uno de estos objetivos aplicaremos las redefiniciones de los términos para hacerlos lo más específicos posible, procuraremos temporalizarlos (al menos el objetivo de proceso y hacer una posible aproximación a los tiempos de los objetivos intermedios) y encontrar medidas de éxito. Además, sería interesante averiguar la relevancia de cada uno de estos objetivos para el cliente, así como saber si están realmente al alcance. En definitiva, desarrollar un modelo S.M.A.R.T con cada uno de ellos.

 

Hasta aquí no solemos encontrarnos demasiadas dificultades. El problema suele situarse en el momento en que el cliente empieza a trabajar los diferentes objetivos intermedios en las sesiones. Y aquí la confusión se suele generar por una mala interpretación del modelo G.R.O.W. Como ya sabemos, la fase G del modelo se refiere al objetivo. Aquí, generalmente (sobre todo los coaches noveles) suelen situar el objetivo intermedio. Como consecuencia, comienzan a navegar por la sesión en busca de un objetivo de todavía dimensiones desproporcionadas para una sola sesión (a excepción de objetivos intermedios que puedan ser resueltos en una sola sesión, tipo decisiones, reflexiones etc.), con el resultado de llegar al final del modelo G.R.O.W, si es que se llega, con una serie de acciones para no se sabe muy bien qué.

 

Para evitar esta confusión, el coach Myles Downey, uno de los grandes impulsores de la no directividad en el coaching, nos propone un pequeño anexo al G.R.O.W. Es el modelo:

 


TO G.R.O.W

 

La idea que nos presenta es, antes de nada, preguntar por el TO (TÓPICO) de la sesión: el tema que quiere tratar el coachee. Muy probablemente uno de los objetivos de nivel 2 (objetivos intermedios) previamente definidos en la sesión exploratoria. También debemos dejar espacio para cualquier otro tema que pueda surgir durante el proceso, diferente a los diseñados en la sesión exploratoria como consecuencia de cambios en las circunstancias del cliente. Una vez determinado el tema de la sesión, pasaríamos a definir el objetivo o resultado de la sesión, o lo que el cliente quiere llevarse en esa sesión respecto al tema planteado. La idea que deberíamos tener en mente es que de la misma forma que una persona entra a un establecimiento con una idea clara de comprar algo y al salir seguramente se llevará ese producto, igualmente cuando termine la sesión de coaching, nuestro coachee debe llevarse “algún producto”.

 

Este producto sería lo que llamaríamos objetivos de nivel 3.

 

Nivel 3. Objetivo de sesión.

 

Pongámonos en el caso que nuestro cliente quiere hablar hoy sobre el objetivo intermedio de "aprender a delegar y desarrollar a sus colaboradores". Cuando hayamos recordado, redefinido y clarificado ese objetivo, la siguiente pregunta sería: “¿Hoy qué quieres llevarte al final de la sesión respecto a delegar y desarrollar a tus colaboradores?” o “¿Qué resultado te resultaría tremendamente útil de la sesión de hoy para aprender a delegar y desarrollar a tus colaboradores?”. Las posibles respuestas u objetivos de sesión podrían ser:

 

  • Desarrollar una técnica para decidir qué delegar.
  • Encontrar una fórmula para confiar en el potencial de mis colaboradores.
  • El modo de descubrir qué delegar a quién.

 

Una vez más, aquí sería necesario realizar las redefiniciones necesarias hasta que los conceptos queden suficientemente claros y comprensibles y, además, desarrollar una medida de éxito para esos objetivos de sesión. Es decir, ¿cómo sabremos al final de la sesión que te llevas X o Y?

 

Así, de esta forma, la suma de varios objetivos de sesión (nivel 3) durante varias sesiones nos ayudará a poder conseguir un objetivo intermedio (nivel 2) que a su vez nos acercará a la consecución del objetivo de proceso (nivel 1).

 

Siguiendo esta estructura y manteniendo al cliente siempre consciente de esta senda y de dónde se encuentra en cada momento respecto a asta, nos aporta tanto a nosotros como al coachee una claridad absoluta respecto de dónde nos encontramos en el proceso en cada momento, dándonos una mayor seguridad y tranquilidad, además de una fuente constante de referencia para comprobar el avance del cliente respecto a sus objetivos.

 


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El tiempo pasa, y rapidísimo. Todos lo sabemos. Sin embargo, muchos de nosotros lo gestionamos como si no supiéramos que este es finito. Como si no supiéramos que podemos elegir en qué gastarlo, que somos protagonistas de nuestras vidas . Solo uno mismo sabe qué es lo que quiere hacer. Pero llevarlo a la práctica no acostumbra a ser tan fácil. ¿Cuánta gente no está contenta con algún aspecto de su vida, pero no hace nada para cambiarlo? ¿Cuántos sueños son aparcados en un cajón olvidado? ¿Cuántos nos quejamos de lo que nos ha tocado sin responsabilizarnos de ello? Realmente parece que unas cadenas invisibles nos frenen en ciertas ocasiones en las que pensamos en hacer un cambio: cadenas hechas de miedo, de pereza, de inseguridad, de creencias limitantes… Pero se trata de unas cadenas que se empiezan a disolver cuando se pasa de las palabras a la acción . Sería parecido al caso del elefante encadenado : lo encadenaron de pequeño con una cadena imposible de romper con su estatura. A medida que el elefante va creciendo, la cadena se queda pequeña; la podría romper de un tirón, pero su antiguo aprendizaje le dice que se trata de una tarea imposible. Nosotros mismos nos autoencadenamos con excusas, prolongando en el tiempo, con quejas. Pero, a la vez, es posible romper esta cadena si nos lo proponemos de verdad. Me gustaría dar especial atención a la queja. Toda queja evade una responsabilidad propia . Al quejarme, evito hacerme cargo de algo que está bajo mi responsabilidad. Quizás está bajo la responsabilidad de más gente, pero también bajo la mía. Tanto las excusas como la prolongación en el tiempo tienen cierta connotación negativa. En cambio, la queja es un hecho común y aparentemente inofensivo, y sin embargo puede hacer mucho daño limitando a una persona, frenándola e impidiéndole actuar. Y, lógicamente, ninguna dinámica negativa se invierte a positiva sin una acción llevada a cabo por la misma persona. No digo que sea fácil. Seguramente no sea solo cuestión de un cambio de actitud, pues son muchos los aspectos que pueden influir en la incapacidad para llevar a cabo el cambio. Por ejemplo, quizás haya aspectos que sostienen estas creencias limitantes y esta inseguridad, y que impiden que se vayan fácilmente. Con la ayuda de un profesional, es posible romper con las barreras que inconscientemente nos atan, cambiando así la estructura de pensamiento para que podamos adoptar una visión que contemple el cambio como una opción viable y necesaria. Así se empieza a sembrar la semilla de la voluntad en la persona, que más tarde energizará el proceso de cambio. A partir de aquí, con decisión y acción, la cadena simplemente se disuelve, y entonces es posible dirigirse eficazmente hacia lo que uno realmente anhela. Cualquier cambio, por utópico que parezca, es posible si uno lo desea con todas sus ganas, y si está dispuesto a enfrentarse a las barreras que le limitan. Desde dejar de fumar, a empezar un hábito, o a cambiar por completo el estilo de vida. Cualquier propósito no es más que palabras hasta que se pasa a la acción . Que tus intenciones no se queden en las palabras. Acaba con las barreras que te impiden actuar, pon la atención, luego la intención, organízate, y salta a la acción. Márcate tus objetivos, que te guiaran en todo momento, como si de una brújula se trataran, y sigue su rumbo. Unos objetivos claros son la clave para no perderse en las palabras. Son la brújula que cada uno tiene y que indican por donde seguir. Con una meta definida, y los objetivos necesarios para llegar a ella, se puede dar una dirección clara y un sentido al día a día. Ni las excusas, ni la prolongación, ni las quejas te permiten avanzar. Atrévete a darles la espalda y a dar un paso enfrente en dirección a aquello que realmente quieres. Permítenos ayudarle en este proceso, al que tú le darás una dirección, y te ayudaremos a superar tus barreras y a centrarse en la acción para que llegues a la meta que desees. Pues el coaching humanista de esencia no directiva es la herramienta idónea: túdecides dónde quiere ir, nosotros te ayudamos a descubrir cómo, y a llevarlo a la acción de la forma más eficiente y fiel a sí mismo posible. Pues, al final, solo tú puedes decidir hacia dónde dirigir su vida.  Debemos elegir entre lo que es correcto y lo que es sencillo J.K.Rowling No esperes. El tiempo nunca será justo Napoleon Hill Asegúrate que tu peor enemigo no viva entre tus dos oídos Laird Hamilton Debes ser el cambio que quieras ver en el mundo Mahatma Gandhi
Por Oriol Vidal Alsina 22 de marzo de 2019
Vivimos en una sociedad basada en la producción-consumición. Se premia al productivo, al eficaz, al eficiente. Es una visión totalmente respetable, pues seguramente muchos avances que se han producido en nuestra sociedad no se hubieran podido alcanzar sin esta mentalidad. Por otra parte, es una visión fría y de un contacto muy pobre hacia la persona. Se valora a la persona por lo que hace. Se olvida lo que la persona es. Es común encontrarse con personas que necesitan hacer para sentirse bien. Son las personas que no pueden estar sin hacer nada, que no pueden estar consigo mismas, y que en cuanto no tienen nada que hacer, o lo que han hecho no les ha salido como esperaban, sienten una gran sensación de vacío y culpa. Igualmente, este tema está muy ligado con las apariencias: uno puede valorarse por lo que los otros piensan y esperan de él. En cualquiera de estos casos, la persona se está valorando por lo que hace y por lo que “debe hacer”. Este “deber de hacer” está marcado por un sentido exagerado de autoexigencia . En casos así, la autoexigencia (una característica positiva y necesaria) se sobrevalora tanto que acaba siendo perjudicial para la persona. La sobre-exigencia se forma a partir de interiorizar unos ideales tan elevados que presionan y vuelven rígida a la persona. La persona que se encuentra en esta dinámica seguramente no tenga una buena autoestima, pues esta no está bien arraigada, no está bien fundamentada, y se tambalea según el que la persona consigue o no consigue. Por otro lado, valorarse por lo que se es significa hacerlo por motivos interiores, independientemente de aspectos externos. Es decir, independientemente de que se fracase o se tenga éxito, de lo que digan los demás, etc. Sería como tener claro que uno mismo es valioso (ya que es único e irrepetible), y que se tenga éxito o se fracase solo es el camino que uno sigue para crecer y desarrollarse al máximo de sus capacidades . Con su autoexigencia, con sus objetivos, pero siendo consciente de que las acciones externas a la persona no hacen que esta sea más o menos valiosa. Con la flexibilidad necesaria para aceptar que algunas veces las cosas saldrán bien y otras mal. Cuando se habla de autoestima , se tiene una idea vaga del que realmente significa. Esta debería estar fundamentada por lo que la persona es, sin necesidad de que esta haga nada, sino por el simple echo de existir, de tener una individualidad que la hace única y completamente admirable, con todas sus fortalezas y debilidades. Una autoestima basada en la aceptación y en el aprecio hacia uno mismo. Es común encontrarse con gente que dice tener una muy buena autoestima y, al profundizar, ver que esta autoestima viene condicionada por unos logros y no por lo que se es. Sin embargo, la persona no es consciente de ello, pues toda una vida con el mismo funcionamiento no invita a plantearse si realmente uno se está tratando a sií mismo como es debido. Si uno no es más que sus actos. Pero de lo que sí se es consciente es de la sensación de vacío que produce la exigencia de "tener que hacer para valorarse", pues es un bucle que nunca acaba. Al valorarse por lo que se hace, uno necesitará hacer constantemente, y ni que consiga el objetivo que se había logrado, su autoestima estará pendiente del próximo logro para saber si es “valiosa” o “no valiosa”. Se busca en el exterior lo que se debe encontrar en el interior. Grave y común error en el ser humano . ¿Serías capaz de parar un momento de hacer las mil cosas que estás haciendo y de estar en contacto contigo mismo? ¿De preguntarte si te estás dando el valor que realmente tienes? Replantearse toda una vida con un mismo funcionamiento no es nada fácil. Seguramente no sea lo cómodo, pero en Do-Ceo Training estamos seguros de que es una gran oportunidad para crecer personalmente. Cada persona es un mundo, un universo, con infinidad de posibilidades y características completamente únicas, y con todas las respuestas a lo que uno realmente necesita. Por eso, en Do-Ceo Training utilizamos el coaching humanista de esencia no directiva , que tiene como característica principal la no transferencia de conocimiento o juicio a los coachees, lo que otorga un protagonismo total a estos. Y qué menos podríamos hacer si al final las respuestas se encuentran en el interior de cada uno y no el exterior. Su visión se aclarará solamente cuando usted puede mirar en su propio corazón. Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta. Carl Gustav Jung Pocas veces pensamos en lo que tenemos; pero siempre en lo que nos falta. Arthur Schopenhauer Cuanto mejor te sientes sobre ti mismo, menos necesitas enseñarlo. Robert Hand
Por Oriol Vidal Alsina 15 de febrero de 2019
El trabajo no es una simple actividad: responde a las preguntas de “¿qué eres?” y “¿cómo te muestras al mundo?”. Es la expresión de uno mismo . La expresión del ser, la manera en que uno se desenvuelve en el mundo, a la vez que da lo mejor de sí (sus cualidades, sus fortalezas, su tiempo, etc.), poniéndolo al servicio de los demás y de uno mismo. Pero a veces las cosas no salen como uno esperaría, y no es fácil encontrar el trabajo adecuado a tus intereses y características. A veces, incluso, puede ser difícil reconocer estos intereses, ya que no es algo en lo que la mayoría de las personas nos paremos a pensar. Incluso a veces nos han enseñado que debemos trabajar en algo que nos dé dinero, que nos dé un estatus, ignorando la vocación propia e ignorando así también el deseo interior de expresarse como uno realmente quiere. Deseo que puede ser ignorado, pero no se le puede hacer callar, y tarde o temprano emerge. También, a veces, uno no encuentra la manera de expresarse en el trabajo. Ya no es cosa del sitio donde se trabaje, o de la tarea que se desempeñe, sino que el problema va un poco más allá. Sucede cuando uno no encuentra su sitio en él, cuando la rutina lleva a automatismos ineficaces y perjudiciales para la persona , que en situaciones extremas acaban por hacerle creer que no es eficaz, o que simplemente “no sirve”, desvalorando su aportación al mundo, y en consecuencia, desvalorándose a uno mismo. En cualquiera de estos casos, se crean dinámicas que llevan a la persona a perder su auto-eficacia, a perder el sentido de su trabajo, etc. Y, como toda dinámica negativa, no se resuelve a no ser que la persona cambie algo. Ninguna espiral negativa cambia hacia positiva por la acción de un milagro, por la acción de algún héroe que venga a ayudarnos. Y aquí esta al fallo. Creer que las cosas “ya cambiaran”, o “ya se arreglaran”. Y seguir así por la senda de esta espiral negativa. El cambio lo debemos de realizar nosotros. Cuando algo en tu vida empieza a chirriar, cuando sientes que algo falla, que algo no está como debería estar, qué menos que escuchar, qué menos que escucharse a uno mismo. Y luego, cuando nos hemos escuchado, qué menos que sernos fieles y actuar acorde a ello. En Do-Ceo Tranining te animamos a que te muevas, a que te esfuerces para realizar el cambio necesario para resolver tu problemática, a que luches para llevar la vida que tú quieras. A que seas valiente. Nosotros podemos ayudarte a escucharte, para llegar a actuar acorde a tus propios intereses, y acabar así siendo fiel a ti mismo. Pero el primer paso, ese paso lleno de valentía, ese paso que diga “voy a resolver mi problema cueste lo que cueste”, solo lo puedes dar tú. Nadie lo va a dar por ti. Así que, ¿a qué esperas? ¡Nadie lo va a hacer por ti! Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. Confucio Todas las personas tienen la disposición de trabajar creativamente. Lo que sucede es que la mayoría jamás lo nota. Truman Capote La única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que hace. Si no ha encontrado todavía algo que ame, siga buscando. No se conforme. Al igual que los asuntos del corazón, sabrá cuando lo encuentre. Steve Jobs
Por Blanca Sisó 29 de enero de 2019
El concepto se populariza en nuestro país y las organizaciones empiezan a invertir recursos para aprovechar los beneficios que esta disciplina ofrece a los miembros que la practican. Instituciones públicas, empresas privadas, colectivos educativos y asociaciones varias ofrecen formaciones y talleres continuos para adquirir el hábito del mindfulness y aprender a practicarlo de modo individual. ¿Para qué tanto mindfulness? Los beneficios de su práctica continuada son, básicamente, el incremento de la capacidad de la concentración y el descenso de los niveles de cortisol , por ello es usado como terapia preventiva del estrés, ansiedad y depresión desde la década de los setenta. Contribuye en el autoconocimiento, mejora la consciencia de la propia corporalidad, emocionalidad y pensamiento. Facilita el desarrollo de habilidades como la paciencia, la creatividad y la escucha activa, favoreciendo la creación de relaciones interpersonales más saludables. Con todo ello, el mindfulness hace a las personas más eficaces, más eficientes, multiplicando su rendimiento personal. No son pocas las razones por las cuales las empresas invierten capital en esta disciplina, pues el retorno derivado va desde la reducción de los días de baja por estrés y ansiedad en un 78%, y un 20% de aumento en el aprovechamiento del tiempo. Su práctica durante el embarazo contribuye en el descenso de los niveles de cortisol, favoreciendo una mayor oxigenación y crecimiento del bebé en el seno del vientre materno. Reduce el riesgo de depresión perinatal y disminuye el estrés frente al llanto del bebé en sus primeros meses de vida. La realización de los ejercicios en familia potencia las relaciones de confianza, la comunicación y mejora el ambiente familiar y el bienestar general del hogar. La creación de entornos de silencio y concentración plena favorece la creación de nuevas estructuras neuronales, por lo que podríamos afirmar que la práctica de mindfulness vuelve al individuo (y por ende a la familia) más inteligente. ¿Y en la educación formal? Pues no es de extrañar que cada vez sean más los centros educativos y docentes que optan por beneficiarse, tanto a nivel personal como profesional, de esta técnica. Sin embargo, y muy a mi pesar, la práctica en las aulas es casi inexistente. Lo positivo de formar en mindfulness a los docentes va mucho más allá de los beneficios que les pueda aportar , y es que con la práctica diaria en el aula y el poder de su ejemplo, cada maestro educará a una nueva generación que puede llegar a adulta un poco más mindful de lo que ha sido la nuestra. Entendemos, pues, el mindfulness como la disciplina que más nos acerca al bienestar emocional y como uno de los caminos más directos a la felicidad . Cada vez hay más estudios que demuestran que meditar nos enseña a gestionar nuestras emociones y que es una práctica importantísima para aprender a ser feliz. Richard Davidson, de la universidad de Wisconsin, hizo una investigación recientemente al respecto y concluyó que el hombre más feliz del mundo es Mathiew Ricard, la mano derecha del Dalai Lama. Un hombre que se dedica muchas horas a la práctica de la meditación y tiene un fabuloso control de los circuitos de el córtex prefrontal izquierdo, de los que depende la gestión de las emociones, y que desarrolla más conexiones en cuantas más horas de meditación practiquemos. Con lo cual, cuanta más práctica, mayor autogestión y más felicidad. Es un entrenamiento como el de cualquier otro músculo y la experiencia mejora con la práctica , con lo que los resultados son progresivamente mejorados. La meditación, además, no solo modifica las conexiones neuronales, sino que también nos modifica genéticamente, pero de ello hablaremos en la siguiente publicación. Hoy nos centraremos en las falsas creencias acerca de mindfulness , basándonos en las palabras de Deepak Chopra, que escribió sobre ello en el artículo publicado en el HuffingtonPost llamado Los seis mitos de la meditación : 1. Meditar es difícil Falso. Las técnicas pueden ser tan simples como concentrarse en la respiración o repetir un mantra en silencio. Una de las razones por las que meditar puede parecer difícil es que tratemos de concentrarnos demasiado, estemos demasiado aferrados a los resultados, o no estemos seguros de hacerlo bien. Pero debemos deshacernos de la idea de querer controlar y limitarnos a observar, que es una habilidad que tenemos de manera innata y que solo debemos aprender a recordar cómo se hace. 2. Tienes que callar tu mente Falso. Meditar no va de poner la mente en blanco. No podemos parar o controlar nuestros pensamientos, pero sí podemos decidir cuánta atención les damos. En lugar de eso, establecemos un elemento al que prestaremos atención (la respiración, los estímulos externos, las sensaciones internas, un mantra). Cuando aparecen pensamientos (que ocurre inevitablemente), los observamos sin juzgarlos ni rechazarlos, los dejamos marchar, y muy amablemente devolvemos nuestra atención al elemento al que estamos prestando observando. En la meditación ocurre, aunque solo sea por microsegundos, que la mente experimenta una conciencia pura. Con la práctica, estos momentos incrementan y los experimentamos por más tiempo 3. Se tarda años en notar los beneficios Falso. Hay beneficios a corto y a largo plazo, pero lo cierto es que son notorios desde el principio. Numerosos estudios han demostrado ya, algunos de ellos con neuroimagen, que tras 8 semanas de práctica, no solo se reduce la ansiedad y se incrementa el sentimiento de calma, sino que se produce un crecimiento en las áreas relacionadas con la memoria, la empatía, la autoconsciencia y la regulación del estrés. 4. La meditación es escapismo Falso. El objetivo de la meditación no es desconectar, sino conectarse con uno mismo. 5. No tengo suficiente tiempo para meditar Falso. La práctica continuada de mindfulness hace que tengamos más tiempo, porque nos hace más productivos, más eficientes, más enérgico, menos malgastadores de tiempo. Con lo cual, es una inversión más necesaria todavía cuando andamos escasos de tiempo. 6. Debo tener experiencias trascendentales en la meditación  Falso. Ni visiones, ni levitaciones, ni epifanías de colores. Aunque podemos tener experiencias maravillosas durante la práctica (sentimientos o sensaciones de plenitud), los beneficios reales son los que ocurren a lo largo del día en nuestro modo de vivir. ~~~ Conociendo los falsos mitos, no hay razones para no empezar a practicar. Al inicio es preferible asistir a clases guiadas o talleres de formación donde te acompañen en el descubrimiento de la disciplina. Pero tras pocos días de aprendizaje, uno siente cómo el mindfulness va haciendo su efecto. ¡Descubre tu yo mindful !
Por Oriol Vidal Alsina 15 de enero de 2019
7 mil millones de personas en el mundo y, en cambio, de lo que podría parecer por lógica, todas ellas diferentes. Todas ellas con una esencia, que las mueve y las diferencia de las demás. Esta esencia, única e incomparable, presente en cada uno de nosotros, forma lo que podemos llamar la individualidad . La individualidad como tal requiere un respeto. Pues el hecho de que todos tengamos nuestra propia, hace que existan infinidad de posibilidades de expresión de la vida, todas ellas con un valor incalculable. De hecho, el filósofo Robert S. Hartman definía el bien y la bondad como aquella calidad que tiene alguien de respetar esta individualidad, de respetar la esencia de cada persona y ser vivo, y por tanto, la esencia infinita e intangible de la vida . La de los otros, pero también la propia. Esta individualidad nos dota de características que nos permiten desarrollarnos y actuar de manera única y propia, formando en cada uno de nosotros habilidades y fortalezas . Pero en ocasiones no es tan fácil identificarlas pues no es un tema del que nos paremos a pensar a menudo. En general, el hecho de mirar hacia el interior de uno mismo ya es de por sí una acción que no se lleva demasiado a cabo en nuestra sociedad, llevando a que no se dé el valor que le corresponde a la individualidad. Qué fácil es enumerar las fortalezas de alguien conocido de nuestro entorno. Pero cuando la pregunta nos la hacen a nosotros, cuando se nos pregunta por nuestras fortalezas, la cosa se complica. Incluso en algunos casos parece que no esté bien atribuírselas, como si no fuéramos dignos. Y de nuevo, caemos en el error de no dar el valor que le corresponde a la individualidad. A partir del auto-descubrimiento y el consecuente autoconocimiento, es posible reconocer estas fortalezas . Y un punto se ha conseguido este paso, es posible desarrollarlas, trabajarlas y expresarlas en la acción del día a día, permitiendo aumentar la eficiencia y la calidad de nuestra implicación, y aportando un toque "único" en las tareas que se realicen. Además, un buen proceso de auto-descubrimiento también permite conocer las debilidades propias, favoreciendo que se pueda hacerlas consciente y trabajarlas. ¿Qué pasaría si nuestra acción se moviera alrededor de nuestras fortalezas? Alrededor de lo que refleja lo mejor de nosotros. Desde Do-Ceo Tranining , a partir del coaching humanista de esencia no directiva y del método Clifton Strenght Finders , podemos acompañarte en este proceso de auto-descubrimiento y ayudarte a detectar y desarrollar la combinación única de habilidades, talentos y potenciales que te proporciona tu individualidad, para acabar identificando tus fortalezas y poder actuar siendo consciente de estas, permitiendo así dar a tu propia individualidad la importancia que se merece. Sin embargo, si eres el responsable de una organización y buscas mejorar la eficiencia de esta, te podemos ayudar a conseguirlo a partir de potenciar el mismo proceso con sus miembros, fomentando el capital psicológico positivo y consiguiendo un mejor funcionamiento organizacional. Y es que, teniendo en cuenta que las personas constan de una individualidad que las hace inimitables, estas son las que marcan la verdadera diferencia entre las organizaciones. Los valores humanos son infinitamente más importantes que los valores sociales o materiales. Y, por lo tanto, más importantes que cualquier esfuerzo político o tecnológico para cambiar el mundo. Robert S. Hartman El hombre fue creado con una individualidad propia y dotado de todos los atributos indispensables para evolucionar por sí mismo hacia un fin superior. Carlos Bernardo Gonzalez Pecotche Perder la propia individualidad y convertirse en un simple engranaje de una máquina está por debajo de la dignidad humana. Mahatma Gandhi
Por Gorka Bartolomé 10 de enero de 2019
El 31 de diciembre es esa barrera psicológica que nos empuja a muchos a hacer un balance de los resultados obtenidos durante el año, y a plantearnos qué queremos mejorar para el año nuevo que comienza.
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