En mis años como coach, mentor y formador de coaches hay un elemento que se mantiene como el caballo de batalla y a la vez Santo Grial de la práctica: las dificultades que se generan en lo relacionado con el diseño e implementación de los objetivos durante el proceso de coaching y las sesiones.
En este caso las dificultades más comunes son dos:
Teniendo en cuenta que el coaching tiene una aproximación principalmente teleológica a las situaciones, esta competencia se nos presenta como una de las más retadoras e importantes dentro de la práctica de este. Básicamente porque si no somos capaces de desarrollar un buen mapa de proceso y además de redefinir con claridad absoluta en cada sesión cuál es el tema concreto que quiere abordar el cliente y los resultados que quiere de este, suele resultar en sesiones de coaching poco efectivas y difusas. Y por efecto sumatorio nos llevará a un proceso de coaching que seguramente no generará todos lo beneficios que debería al cliente.
Para aquellos que estén familiarizados con las 11 Competencias Clave de la ICF, aquí estaríamos hablando de la competencia 2, 8, 10 y 11. Entendemos que el coach es consciente de la necesidad de estar ejecutando a su vez la competencia 4, 5, 6 que, sin estar directamente relacionadas con el tema que tratamos, son imprescindiblemente instrumentales para la ejecución de las 4 mencionadas.
Para poder realizar un buen inicio, continuación y final de proceso, es imprescindible la realización de una sesión exploratoria con nuestro cliente. La finalidad de esta sesión es ayudar a que el coachee pueda definir por sí mismo un mapa que muestre con la mayor claridad posible qué es lo que quiere conseguir durante el tiempo que trabajará con nosotros. En esta etapa podemos definir dos niveles de objetivos:
El nivel 1 u Objetivo(s) de proceso sería la razón principal por la cual el coachee quiere adentrarse en un proceso de coaching. Es un objetivo en este caso de grandes magnitudes y ambicioso. Un objetivo que requerirá de tiempo para poder ser completado y además necesitará del desarrollo de ciertos aprendizajes y la consecución de diversos resultados (nivel 2 u Objetivos intermedios) para poder conseguirlo. Este objetivo de proceso sería la relación principal que podríamos establecer entre los diferentes objetivos intermedios.
Por ejemplo:
O.P.
Convertirme en un líder carismático
O.I O.I O.I
Desarrollar una actitud impecable
Definir e implementar mi visión
Aprender a delegar y desarrollar colaboradores
Entendemos que a cada uno de estos objetivos aplicaremos las redefiniciones de los términos para hacerlos lo más específicos posible, procuraremos temporalizarlos (al menos el objetivo de proceso y hacer una posible aproximación a los tiempos de los objetivos intermedios) y encontrar medidas de éxito. Además, sería interesante averiguar la relevancia de cada uno de estos objetivos para el cliente, así como saber si están realmente al alcance. En definitiva, desarrollar un modelo S.M.A.R.T con cada uno de ellos.
Hasta aquí no solemos encontrarnos demasiadas dificultades. El problema suele situarse en el momento en que el cliente empieza a trabajar los diferentes objetivos intermedios en las sesiones. Y aquí la confusión se suele generar por una mala interpretación del modelo G.R.O.W. Como ya sabemos, la fase G del modelo se refiere al objetivo. Aquí, generalmente (sobre todo los coaches noveles) suelen situar el objetivo intermedio. Como consecuencia, comienzan a navegar por la sesión en busca de un objetivo de todavía dimensiones desproporcionadas para una sola sesión (a excepción de objetivos intermedios que puedan ser resueltos en una sola sesión, tipo decisiones, reflexiones etc.), con el resultado de llegar al final del modelo G.R.O.W, si es que se llega, con una serie de acciones para no se sabe muy bien qué.
Para evitar esta confusión, el coach Myles Downey, uno de los grandes impulsores de la no directividad en el coaching, nos propone un pequeño anexo al G.R.O.W. Es el modelo:
La idea que nos presenta es, antes de nada, preguntar por el TO (TÓPICO) de la sesión: el tema que quiere tratar el coachee. Muy probablemente uno de los objetivos de nivel 2 (objetivos intermedios) previamente definidos en la sesión exploratoria. También debemos dejar espacio para cualquier otro tema que pueda surgir durante el proceso, diferente a los diseñados en la sesión exploratoria como consecuencia de cambios en las circunstancias del cliente. Una vez determinado el tema de la sesión, pasaríamos a definir el objetivo o resultado de la sesión, o lo que el cliente quiere llevarse en esa sesión respecto al tema planteado. La idea que deberíamos tener en mente es que de la misma forma que una persona entra a un establecimiento con una idea clara de comprar algo y al salir seguramente se llevará ese producto, igualmente cuando termine la sesión de coaching, nuestro coachee debe llevarse “algún producto”.
Este producto sería lo que llamaríamos objetivos de nivel 3.
Pongámonos en el caso que nuestro cliente quiere hablar hoy sobre el objetivo intermedio de "aprender a delegar y desarrollar a sus colaboradores". Cuando hayamos recordado, redefinido y clarificado ese objetivo, la siguiente pregunta sería: “¿Hoy qué quieres llevarte al final de la sesión respecto a delegar y desarrollar a tus colaboradores?” o “¿Qué resultado te resultaría tremendamente útil de la sesión de hoy para aprender a delegar y desarrollar a tus colaboradores?”. Las posibles respuestas u objetivos de sesión podrían ser:
Una vez más, aquí sería necesario realizar las redefiniciones necesarias hasta que los conceptos queden suficientemente claros y comprensibles y, además, desarrollar una medida de éxito para esos objetivos de sesión. Es decir, ¿cómo sabremos al final de la sesión que te llevas X o Y?
Así, de esta forma, la suma de varios objetivos de sesión (nivel 3) durante varias sesiones nos ayudará a poder conseguir un objetivo intermedio (nivel 2) que a su vez nos acercará a la consecución del objetivo de proceso (nivel 1).
Siguiendo esta estructura y manteniendo al cliente siempre consciente de esta senda y de dónde se encuentra en cada momento respecto a asta, nos aporta tanto a nosotros como al coachee una claridad absoluta respecto de dónde nos encontramos en el proceso en cada momento, dándonos una mayor seguridad y tranquilidad, además de una fuente constante de referencia para comprobar el avance del cliente respecto a sus objetivos.
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