¿Qué es la gratitud? La gratitud va muy ligada con el valorar y reconocer tanto aquello que recibimos como aquel que nos lo da. Desde hace siglos, tanto filosofías como religiones dan especial atención al agradecimiento. Y actualmente, desde la psicología, se ha podido comprobar cómo no iban mal encaminados al dar importancia a la gratitud como una forma de llegar a un mayor bienestar. Hoy en día podemos afirmar que la gratitud crea un “contexto psicológico” beneficioso para aquel que la practica. Eso sí, no es algo tan simple como pudiera parecer de llevar a la práctica: es un valor con mucha profundidad en la que sumergirse si se quiere entender todo lo que implica.
Para empezar, la gratitud no tiene límites. Todas nuestras experiencias son de agradecer. Incluso aquellas que pueden resultar desagradables, y hasta las que nos causan sufrimiento, pueden formar parte del agradecimiento. Siempre tienen una lección que enseñarnos, y siempre nos dan la oportunidad de superarnos a nosotros mismos.
A veces caemos en la trampa de ver solo lo que falta, lo que podría ser mejor, lo que no es. Y lo que falta, lo que no es, solo puede ser inventado por nuestra propia mente a partir de ideales, de “deberías” y de expectativas. Estos factores, los mismos que en su medida nos ayudan a plantearnos metas y progresar, en exceso pueden encerrarnos en una cárcel de continua insatisfacción: la cárcel de “nada es suficiente”.
Agradecer nos centra en lo que sí existe, nos ancla en el presente, y nos permite adoptar una mentalidad positiva y de crecimiento, en que toda experiencia sirve para progresar en algún sentido. Pero que la gratitud no se quede en solo palabras. Agradecer no es lo mismo que sentirse agradecido. La gratitud serán solo palabras vacías si no se siente la faceta emocional del agradecimiento. Y, a la vez, son solo palabras vacías si no se le da valor a lo que se ha recibido.
Una forma de valorar es prestar tu atención. El que realmente es agradecido, no solo da gracias por su plato de comida, sino que lo disfruta con toda su atención. El que realmente agradece la compañía de alguien no solo lo dice, sino que le presta toda su atención.
La acción es el camino por el cual los valores dejan de ser simples palabras para pasar a ser algo con un profundo significado. Ningún valor es significativo como palabra en sí. Es cuando realmente lo tenemos en cuenta y sirve de guía para nuestras acciones y para nuestras decisiones, cuando adquiere profundidad. De esta idea surge la integridad.
La integridad podría ser considerada como “dar valor a los valores”. Significa pensar, sentir y actuar en la misma dirección. Si pienso y siento que un valor es importante para mí, ¿por qué actuar diferente? Y, si no soy íntegro, ¿entonces quién soy? A veces una cosa, y a veces otra. Sorpresivamente, cuando uno pone su intención en ser íntegro, surgen más dificultades de las esperadas. Es fácil vernos a nosotros mismos actuando (o no actuando) sin respetar nuestro sentir o nuestro pensar. Y es que nos movemos por automatismos: formas aprendidas de reaccionar a nuestro exterior, formados por el condicionamiento y los aprendizajes que hemos ido adoptando, y que en muchos casos (más de los que debería esperar) no tienen por qué ir en la línea de nuestros valores. Pero esta dificultad, también puede ser algo a agradecer, pues con el trabajo adecuado, abre una puerta de desarrollo personal enorme. En resumen: la integridad es necesaria para que los valores como la gratitud, por ejemplo, no se queden en meras palabras vacías.
Cada día hay algo a agradecer. Y como cada anochecer, el sol se va habiendo hecho su faena. Luego, cada noche todos damos por sentado que va a volver a alzarse por la mañana. Nadie se plantea que algún día pueda no estar. Nadie suele agradecer su presencia. Que tu vida no se llene de soles de los que te acostumbras a su presencia hasta no valorarla. No esperes a que un día falte para valorar lo que ahora está aquí.
“Nada es más honorable que un corazón agradecido"
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