Más inteligente, no es mejor
Inteligencia:
“Capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas". Howard Gardner (11 de julio de 1943), psicólogo estadounidense y profesor en la Universidad de Harvard.
De siempre, la sociedad ha vinculado la inteligencia con el éxito, que se ha considerado un requisito indispensable para alcanzar la felicidad. En el pasado se creía inteligente a una persona que podía absorber muchos conocimientos en un corto período de tiempo y, afortunadamente, hoy en día ha surgido una vanguardia de distintos tipos de inteligencias: lingüístico-verbal, lógico-matemática, musical, espacial, científico-corporal, emocional y naturalista; fortaleciendo así un sentimiento de igualdad universal y no desdeñando a las personas que genéticamente no habían sido dotadas de un supercoeficiente intelectual.
La inteligencia emocional
Los primeros investigadores que introducen el término inteligencia emocional en sus artículos son Wayne Paine (1985), Stanley Greenspan (1989), Peter Salovey y John D. Mayer. Citando a Daniel Goleman (7 de marzo de 1947), psicólogo estadounidense y profesor en la Universidad de Harvard: emoción, "referente a un sentimiento y a los pensamientos, los estados biológicos, los estados psicológicos y el tipo de tendencias a la acción que lo caracterizaban". Existen cientos de emociones y muchísimas más variaciones, amalgamas, mutaciones y matices entre ellas. Hay ocho emociones primarias que indistintamente de la época y cultura ha experimentado toda sociedad: ira, temor, amor, disgusto, tristeza, placer, sorpresa y vergüenza.
Años atrás teníamos tendencia a considerar la inteligencia como un factor exclusivamente intelectual y totalmente desprendido de emoción. Actualmente también se contempla como inteligencia la capacidad de motivarse, perseverar a pesar de las frustraciones, administrar el humor para impedir que se alteren las facultades del razonamiento, contener los impulsos, renunciar las satisfacciones además de la empatía y alimentarse de esperanza, son unos de los factores esenciales para conseguir una "voluntad" que nos acompañará hacia una inalcanzable autorrealización.
La inteligencia emocional no es algo que se pueda medir asignando una cifra como el cociente intelectual, aun así hay formas de clasificar su estado en función de la manera en que se relaciona usted con los demás y consigo mismo:
- Autoconciencia emocional: implica reconocer los propios estados de ánimo, los recursos y las intuiciones, así como conocer nuestras emociones y cómo nos afectan, cuáles son nuestras virtudes y nuestros puntos débiles.
- Autogestión emocional: conocimiento de las propias emociones y sus efectos, recursos, intuiciones, preferencias, las propias debilidades y nuestros puntos fuertes, la valoración que hacemos de nosotros mismos y sobre nuestras capacidades.
- Conciencia social: habilidad de captar los sentimientos, necesidades e intereses ajenos.
- Gestión de las relaciones: capacidad de introducir respuestas deseables en las personas.
La inteligencia emocional es una de las habilidades que más nos puede beneficiar si conseguimos dominar, aportándonos confianza, autocontrol, adaptabilidad, iniciativa, motivación, empatía, liderazgo, independencia, tolerancia al estrés, asertividad y optimismo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños.
Mario Benedetti




